viernes, 16 de marzo de 2012

Titular sin título

Cuántas horas ha estado el cursor parpadeando sobre la página en blanco a la espera de que yo escriba algo, pero no cualquier cosa, claro. Algo de lo que me sienta orgullosa y que me haga crecer, aunque sea un poquito. Y entonces, ¿qué espero de mí? 
Aprendí a no tener expectativas, a no hacerme una imagen de lo que podría llegar a pasar, a no idealizar nada, a no esperar nada...y a esperarlo todo: con la mente vacía y el alma llena. Es el único camino que conozco. Ardua tarea para el ser humano, que no para de pensar, de dar vueltas una y otra vez a acontecimientos que ya fueron o que están por venir, que nos hacen conceptualizar nuestra vida en los tres estadios del tiempo: pasado, presente y futuro. No paramos de juzgar (-nos), de repensarlo todo una y mil veces hasta que caemos agotados cada noche sobre la almohada, exhaustos, con temor a que el día se repita; y lo peor es que no hemos avanzado nada. En nuestra lucha diaria con el comezón inagotable que parece la mente, es importante que reflexionemos sobre lo que pensamos, sobre la calidad y la utilidad real de nuestros pensamientos.
Y que conste, que si digo esto es porque me reconozco en ello: Muchas, muchísimas veces me he perdido un lindo día por andar mirando al suelo y pensando; aunque me atrevería a decir que más que pensar era una ataque inconsciente contra mí misma. Es curioso cómo la persona que más nos quiere es la que más daño puede hacernos...y sí, hablo de nosotros mismos. A menudo damos demasiada importancia a lo que ocurre en el exterior, a cómo afecta en nuestro presente y posiblemente en nuestro futuro, a cómo nos cambia hasta el punto de dejar de ser quienes realmente somos, y todo para terminar olvidándonos de lo que sí es realmente importante. Dedicamos tanto tiempo a pensamientos inútiles que nos hacen infelices, que no nos queda tiempo para nada más; ni siquiera para tener la certeza de que podemos sonreír. 
Ensimismados y torturados por los mismos vicios mentales, cada vez habitamos más nuestra mente enferma, la tomamos como la única realidad posible, en definitiva, la tomamos demasiado en serio.
Desde hace algún tiempo he decidido cortar con esta mala costumbre y, aunque vuelvo a ella con más frecuencia de la que me gustaría, lo importante es que sé cómo salir. Nos miramos mucho pero nos vemos poco, no sabemos siquiera quienes somos más allá de lo que creemos ser. Lo encasillamos todo meticulosamente en el humano afán de ordenar el caos; enjaulamos lo que se nos presenta libre, recortamos y empequeñecemos la realidad salvaje para hacerla comprensible en vez de salir de nuestra mente, vaciarla y abrirla...sin hora de cierre.
"Si lo localizo, lo analizo y lo etiqueto; lo entiendo", este es el pensamiento que tenemos cuando nuestro entorno es demasiado complejo. No encierres la realidad, tu realidad, en palabras que acabarán perdiendo el sentido.

No se puede entender con palabras aquello que ES. Así pues, déjalo ser.

Para terminar, quisiera citar algo que, aunque parezca que no tiene que ver con lo que he escrito, en mi opinión, está íntimamente relacionado: "Precisamente porque te riges por ellos, porque te definen en la vida, has de revisar tus principios. Cámbialos y adopta otros nuevos que convengan con tu 'yo' de cada momento. Éstos no deben ser nunca inmutables. Sólo así crecerás". 
Nunca olvidaré estas palabras. Gracias.


"No se ve bien si no es con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos" 


Mañana

La ventana entornada recuadra un rostro
sobre el campo del mar. Los lindos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.

No hay recuerdos en este rostro.
Sólo una sombra huidiza, como de nubes.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una intacta caverna, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Sólo un susurro
que es la voz del mar convertida en recuerdo.

En el crepúsculo, el agua mullida del alba,
que se impregna de luz, alumbra el rostro.
Cada día es un milagro intemporal,
bajo el sol: lo impregnan una luz salobre
y un sabor a vívido marisco.

No existe recuerdo en este rostro.
No hay palabra que lo contenga
o vincule con cosas pasadas. Ayer,
se desvaneció de la angosta ventana,
tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni humanas palabras, sobre el campo del mar.

César Pavese
 
 









2 comentarios:

  1. “La mitad de nuestras equivocaciones nacen de que cuando debemos pensar, sentimos, y cuando debernos sentir, pensamos.”

    Proverbio británico

    Besos.

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